El trabajo en el campo formó parte de la infancia de José Augusto. Con sus padres iba todos los días a las plantaciones y aprendió a apreciar el oficio, en el cual ingresó siendo aún muy joven.

En la vida adulta y ya casado, José Augusto tomó otro rumbo y se convirtió en comerciante. Sin embargo, el amor por la tierra habló más fuerte y, con la ayuda de su familia, invirtió en tierras para el cultivo de café.

Los desafíos fueron muchos y aún existen, lo que motiva al caficultor a buscar innovaciones, tecnología y mejoras en los procesos para alcanzar la calidad. Hoy cuenta con la ayuda de uno de sus hijos en la conducción de la plantación y espera que ese amor por la tierra y, aún más, por la caficultura, perdure y se prolongue para las próximas generaciones.